Alonso comenzó a utilizar las ilustraciones de la carne luego de hacer
un trabajo para la obra El Matadero de Esteban Echeverría. (Foto: María
François)
El
arte puede terminar en cualquier lado. Adornando un precioso living
alfombrado, en la pared de un museo antiquísimo y poco visitado,
viralizado hasta la banalidad, apilado en un garage mugriento de algún
familiar indiferente. Los destinos son infinitos, pero a veces el arte
tiene un sentido, un objetivo, un quehacer. Para Carlos Alonso,
"el mejor destino para la obra es que pueda servir para expresar los
sucesos y lo que acontece en la vida social; la ilusión es que el arte
enriquezca la vida de la gente".
¿Es posible trascender las barreras de
lo protocolar y conmover en tiempos tan efímeros como los que corren?
Este artista argentino de noventa años cree que sí. Lo ha expresado en
cada entrevista que dio, pero también, y sobre todo, está claro en sus
pinturas. Allí hay colores, hay técnica, pero también mucha sensibilidad
social. Ese es su compromiso. Y lo ejerce desde el arte.
"Lección de anatomía” (1970). Acrílico sobre tela, 210 x 200 cm (Foto: Magdalena Audap- Soubie)
...El título de la exposición es Carlos Alonso. Pintura y memoria y
puede visitarse hasta el 14 de julio en el museo de la Avenida
Libertador. Ahora, mientras recorremos esta gigantesca sala que se
divide a su vez en varias, dialogamos con los curadores para ponerle
palabras a esas imágenes tan potentes, tan concretas y a la vez tan
simbólicas. "Esa una deuda que tenía el museo. Es uno de los grandes
maestros", dice Pablo De Monte, curador, en diálogo con Infobae Cultura.
"Se hizo una muestra en los noventa —completa Florencia Galesio,
también curadora, a su lado—, pero fue solo una serie. Faltaba una
exposición que tuviera el carácter retrospectivo o antológico, que es un
poco lo que tratamos de mostrar en este caso: un panorama bastante
amplio dentro de la pintura, con corte del año 63 al 86". Mientras
tanto, recorremos la sala principal de este museo colmado de obras.
...Sus pinturas gritan. El dolor
es un elemento presente —hay sangre, vendas, carne, miseria y muerte—,
pero no desde el morbo o la desesperación, sino más bien como un prisma
necesario para entender este duro mundo en el que vivimos.
“La censura” (1969). Acrílico y collage sobre tela, 200 x 200 cm
(Foto: Magdalena Audap- Soubie)
Si bien los curadores aseguran que no hay un recorrido único, empezar desde la izquierda resulta ideal. Lo primero es el cuadro Planta salvaje
de 1989, donde una suerte de vegetación deforme contiene colores
fuertes y una sensación de salvajismo. Podría ser el punto cero. Le
siguen paisajes más cotidianos donde aparece el taller del pintor,
frutas, más colores. Hay retratos de Vincent Van Gogh —una de las grandes inspiraciones de Alonso— con vendas en su oreja y de Lino Spilimbergo, con
vendas en sus pies. Un pequeño cubículo que irrumpe en el recorrido.
Allí, la etapa que Alonso pasó en Santiago del Estero. "En un momento
deja el óleo porque dice que los tiempos del óleo no eran sus tiempos, y
empieza a trabajar con el collage, que es la serie que está acá, la
serie en blanco y negro. Allí experimenta las posibilidades del collage:
pegar papel sobre papel e ir encontrando las figuras y las formas a
medidas que superpone papeles y manchas de tinta", cuenta Galesio.
Pero,
¿quién es este pintor y por qué ocupa un lugar vital en el arte
argentino? "La gente muy, muy joven tiene una idea aproximada de quién
es Alonso —dice De Monte—, pero yo, que tengo más de cincuenta años y
estudié arte en los años que volvió la democracia, te puedo decir que
Alonso era el modelo a seguir.
Todos queríamos dibujar como Alonso o ser
Alonso. Era un artista comprometido, tenía todos los perfiles a los que
uno puede aspirar. Es un gran dibujante y ese virtuosismo técnico, como
alumno de arte, era el modelo a seguir". Nació en la ciudad mendocina
de Tunuyán en 1929 y allí permaneció hasta los siete años, cuando su
familia se trasladó a la capital provincial. No había herencia artística
en su casa, mucho menos libros y bibliotecas, sin embargo una
sensibilidad mayor lo marcó y a los catorce entró en la Academia
Nacional de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Cuyo.
Figuras de anteojos oscuros y bigote como reminiscencia de un carácter
marcial, tienen el control sobre las víctimas que yacen en las camillas,
metáfora de la mesa de torturas.
Su
técnica adquirió vuelo cuando llegó a Europa y conoció de cerca la
tradición occidental. No fue fácil, primero participó en concursos y
salones locales. En 1953 llegó a Buenos Aires —todo un logro para un
artista del interior—, a la Galería Viau, y logró conseguir el dinero
para cruzar el Océano Atlántico. Expuso en París y Madrid y más tarde
llegó a Londres, donde descubrió el acrílico, técnica que adoptó
inmediatamente por su secado rápido y la fuerza de sus colores. En
aquellos años tuvo dos grandes iluminaciones. Primero, Diego Velázquez.
No tenía treinta cuando se topó con sus pinturas. "Ni aunque viva mil
años voy a pintar así", pensó. Fue "un shock al revés", dijo al recordar
el momento en una entrevista reciente. Pero después vino Vincent van Gogh,
quien "dejó de pintar a la monarquía para pintar su propio zapato".
"Esto sí lo puedo hacer", pensó. Conmovido, dos mundos se le
aparecieron: la precisión estética y la cercanía emocional. En el medio
Alonso se tiró a dormir un rato, a soñar y luego a pintar.
Volvió con todo. Expuso en varios lados.
Pintó y creó y nunca paró. Su obra llegó a México, a Cuba, a Italia,
incluso sus ilustraciones de Don Quijote de la Mancha —publicadas
por la editorial Emecé para ilustrar la segunda parte de este clásico
de la literatura hispana— se editaron en la Unión Soviética en 1963 bajo
la forma de tarjetas postales, colección compartida con pintores de
renombre mundial como Gustave Doré, Honoré Daumier y Pablo Picasso.
Pero el quebranto fue la inhumana dictadura cívico-militar argentina de
1976. No sólo por la mordaza que recibió su inquietante obra, sino
también porque perdió a su hija, Paloma Alonso, desaparecida por el terrorismo de Estado.
Manos anónimas” (1976 – reconstrucción 2019). Instalación.
"Sufrió la censura en varias oportunidades —cuenta Florencia Galesio—. Una de ellas fue en el Palais de Glace, cuando exponía la muestra Panorama de las artes visuales II organizada por la Fundación Lorenzutti. Le censuraron las obras relacionadas con La lección de anatomía de Rembrandt. Junto con él, y en solidaridad a Alonso, se fueron varios artistas de esa muestra. Después de eso realizó la obra La censura,
una respuesta a ese momento. Luego tuvo que exiliarse. Vivió en Italia,
primero, y después en España. Una hija desapareció en la dictadura.
Tiene un contexto vital bastante problemático vinculado con la realidad
que vivía el país".
La
muestra habla con franqueza y si por momentos se vuelve levemente
críptica enseguida el espectador atrapa significados. La complejidad
aparece en las formas, en su capacidad estética para contener varios
elementos en una misma pieza, sin embargo los mensajes son directos y
efectivos. La tristemente célebre foto de la muerte del Che Guevara se mezcla con el clásico cuadro de Rembrandt,
por ejemplo. La miseria está presente en el cuerpo de niños con las
panzas enormes y los cuerpecitos delgados. Además, en el centro, una
instalación imponente. Se llama Manos anónimas
y es una reconstrucción. Detrás de ella hay una historia. En 1976 iba a
ser expuesta en este mismo museo pero fue censurada a último momento.
Entonces todas estas partes —hay un militar, el busto de un prócer dado
vuelta, las medias reses colgadas que se confunden con extremidades
humanas— que permanecieron guardadas en la casa del artista hoy vuelven
en esta reconstrucción.
"Son varias décadas de producción", dice Pablo De Monte,
y continúa: "Él fue recorriendo todo lo que pasaba en la pintura. Lo
central en esta muestra es la pintura, aunque tiene una faceta muy
grande como ilustrador y como dibujante. La pintura para él es como el
centro porque en los años sesenta muchos plantean la muerte de la
pintura, que ya no tenía sentido seguir pintando. Eso lo proponía el
Instituto Di Tella y dio lugar a un enfrentamiento entre los artistas
pintores como Alonso y los del Di Tella, artistas más conceptualistas
que rondaban el pop". "Para él eso fue una provocación que lo incitó a
pintar más. Ahí aparece la figura de Spilimbergo como modelo en sus
obras: el oficio del pintor", completa Galesio. "Sí, y cuando empezó
todo este debate realizó cerca de cincuenta retratos de Spilimbergo",
agrega De Monte.
“Sin pan y sin trabajo” (1966). Acrílico sobre tela, 162 x 226.
Carlos Alonso. Pintura y memoria es
una muestra que sin dudas atraviesa al espectador atento. Es muy
difícil no sentirse interpelado por un artista con esta precisión
estética y esta cercanía emocional, pero sobre todo por su sensibilidad
social. "El texto argentino que atraviesa toda su pintura es El matadero, de Esteban Echeverría, con
esta cosa de enfrentamiento de argentinos de dos facciones. En su
producción aparece la carne, pero también esa violencia que está siempre
latente en nuestra sociedad", comenta De Monte, y agrega: "También hay
una metáfora de todas las miserias que ocurren en el mundo. Ahí su obra
adquiere una dimensión más universal". Tal vez eso sea Alonso, y a
partir de esta retrospectiva en el Bellas Artes quede demostrado para
siempre: un imponente y sensible artista universal.
https://www.infobae.com/cultura/2019/04/19/carlos-alonso-el-pincel-y-el-corazon-de-un-artista-universal/